Juan El Bautista

Los judíos estaban en la espera del Mesías: un héroe que llevaría a Israel de regreso a Dios y a la gloria internacional como lo había hecho el rey David mil años antes. Pero primeramente esperaban que un profeta preparara el camino, así lo marcaban las profecías del Antiguo Testamento según el libro de Malaquías 3,1 “miren Yo envío a mi mensajero y el preparará el camino delante de mí, entonces el Señor al que ustedes buscan vendrá de repente a su templo”. El mismo Juan Bautista cuando los sacerdotes le preguntaron quién era, el parafraseo a Isaías y les contesto diciendo “Soy una voz que clama en el desierto: Abran camino para la llegada del Señor.

Juan el Bautista fue él bebe milagro pues al igual que otros personajes colosales de la Sagrada Escritura nació de padres ancianos que no habían podido tener hijos, por citar algunos de estos personajes; (Isaac, Sansón, Samuel). Sus padres fueron Zacarías y Elisabeth o Isabel como es nombrada en algunas traducciones bíblicas. Zacarías su padre trabajo en el templo como sacerdote, su madre fue familiar de María Santísima madre del mismo Jesucristo y quien fue ayudarla en su proceso de embarazo desde el sexto mes.

Juan el Bautista se convirtió en un profeta de estilo monacal que vivía en el desierto probablemente a orillas del mar muerto. Cuando Juan comenzó su ministerio predico a ambos lados del rio Jordán y fue ahí donde reconoció a Jesús y lo señalo como el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, al haber finalizado su misión muchos de sus discípulos comenzaron a seguir a Jesús y tiempo después Juan fue decapitado por orden del gobernante Herodes Antipas pues había criticado públicamente el matrimonio entre Herodes y Herodías la ex esposa del hermano Filipo pues se trataba de un matrimonio incestuoso que prohibía la ley judía. Sin duda Juan el bautista, es uno de los personajes claves de la Sagrada Escritura pues es digamos la coyuntura, que une lo viejo con lo nuevo, la promesa con el cumplimiento.

El tema de fondo de este domingo nos obliga a repensar quienes somos, quizá muchos nos pensamos exitosos, empoderados, distinguidos, que somos más que otros y que nuestra salvación es segura puesto que conocemos a Dios. Pero no es así, conocer a Jesús más que una enorme gracia, es un enorme compromiso y ser cristiano es, por encima de todo, haber aceptado una misión que es trabajar por el reino.

Muchas veces perdemos la fe en el futuro y le llamamos desanimo, desesperación, ansiedad o rendición, hay momentos donde el presente pesa tanto por el dolor y frustración que no hay espacio para un porvenir más luminoso y quedamos atrapados en un presente sombrío cosecha de un ayer herido, muchas veces tenemos la sensación de que las batallas son eternas y siempre desembocan en derrotas, de que no podemos cambiar dinámicas que lastiman, de una sociedad descompuesta y que no hay quien la arregle.