¿No le estarán perdiendo? Algunos

de nuestros recuerdos más trascendentes, al igual que la identidad comunitaria, caminan de la mano de actos empresariales, ya sea en forma de negocio, un jingle o un lema publicitario.

Los mexicalenses de antes le guardan cariño a La Estrella Azul, fundada por Manuel Hernández Gándara, padre de Mario Hernández Maytorena. Platican del acto heroico de Félix Arce, un trabajador del área de deportes de la tienda, quien en diciembre de 1969, durante un incendio en el local ubicado por la Madero, salvó varias vidas a costa de la suya. Muchos se dedican a corregir en los foros de redes sociales sobre el Mexicali viejo, la atribución errónea de lemas comerciales. “Donde su crédito es oro de ley”, es de la mueblería Monterrey, el perico ladino, era parte del logotipo del Campesino. “Positivamente no hay mejor”, pertenecía a la cerveza Mexicali.

Una caminata por el Pueblo, el Centro Histórico, es un derroche de nostalgia. Ya no existe la Mevalza, el Zorro de Mexicali, la Avante, la Dorian’s, El Galerón, Más, Don Manuel, Las 3 B, el restaurante 19, Salinas y Rocha, los cines, la cantina El Norteño, el teatro Lux, donde tantas y tantas historias se escribieron.

Como podemos ver, hacer negocios legales es bueno, lo que es nefasto es el trato inhumano a los trabajadores o el abuso al consumidor, con precios excesivos. (¿No le estarán perdiendo?, ironiza la gente de Sinaloa, cuando algo le parece caro), escudándose en la aportación que la iniciativa privada tiene en el desarrollo de una sociedad.

Al final de cuentas, deberíamos ser más empáticos, cautos, porque de alguna u otra forma, todos somos consumidores, pero no todos podemos ser emprendedores o no, al menos de la manera convencional. Además, la vida tiene otros sabores, distintas alternativas para el gozo, las cuales no pasan por las puertas de una empresa notable.

“A decade of research on the genetics of entrepreneurship: a review and view ahead” concluye que no hay pruebas determinantes para definir la existencia de un gen emprendedor. Sin embargo, reconoce la habilidad de algunas personas para arriesgarse a aventuras. El emprendedor nato se recupera de forma más rápida de los fracasos o quizá le duelen menos los golpes.

Tenemos de dos sopas: O ayudamos a que la mayoría opere por cuenta propia, un modesto negocio sobre el tema que más le apasiona, o bien, los empresarios aprenden a moderar sus ambiciones, sin necesidad de la intervención de la autoridad. Ocupamos nuevas memorias, historias frescas, una identidad social distinta, negocios innovadores, una mejor ciudad. Talento sobra.