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El “lujo” de enfermarse

E-mail: maritzalizethfelix@gmail.com

Los dos hijos de Araceli están enfermos de coronavirus. El más pequeño, de 6 años, no tiene síntomas y aprovecha la cuarentena para ver televisión y armar legos, pero el más grande, el de 11, tiene cuatro días con fiebre y dolor de garganta, escalofríos que lo despiertan a medianoche y justo en el quinto día empezó con una tos seca que le convulsiona el pecho.

La mamá de Araceli también se contagió. La señora tiene 72 años y una lista de condiciones preexistentes que la ponen en riesgo. Pero era de esperarse que se enfermara, si comparte un departamento de dos cuartos y un baño con su hija y sus nietos. Sus síntomas, dice, son como los de la bronquitis que recuerda cuando estaba pequeña. La única que se ha salvado, quizá por la vacuna -o porque ya le dio dos veces- es Araceli. Pero no puede quedarse en casa y atender a su familia.

La mujer de 48 años es mamá soltera y el único sostén económico del hogar. Ella no recibe ayuda del gobierno ni tiene derecho a beneficios públicos porque es indocumentada en Arizona. Araceli es recepcionista en un despacho contable en Phoenix. Cuando avisó que todos en su casa estaban contagiados, le dijeron que si faltaba sería una incapacidad sin goce de sueldo. Y justo ahora, con tantos gastos médicos, no puede darse el lujo de faltar al trabajo. Araceli decidió no hacerse una prueba creyendo que la ignorancia la protegería del virus. Quizá esté contagiada y tal vez esté esparciendo el virus por la oficina. No quiere saberlo ni sus jefes quieren que lo averigüe.

César tiene 34 años y trabaja para una compañía de construcción en Tucson. Tampoco tiene papeles. Un compañero de trabajo murió hace una semana de coronavirus. César y él trabajaban juntos siempre. El jefe le dijo que se hiciera una prueba y no volviera a la zona de construcción hasta que tuviera su resultado negativo. No le aceptaron una prueba casera y el resultado de la PCR tardó tres días. Salió negativo y por eso le dijeron que no le pagarían esos días por no haberse presentado a trabajar cuando no estaba enfermo.

Alejandro dio positivo la semana pasada

en una prueba casera que se hizo en su oficina, después de pasar una noche infernal con síntomas de resfriado. Pensó que sería solamente una gripe severa, pero no. Lo mandaron a su casa, pero sin incapacidad médica. Desde entonces lo han atiborrado de trabajo remoto. Los de su oficina no se compadecen. Pero como no tiene papeles, siente que tampoco tiene derechos.

Araceli, César y Alejandro trabajan para pequeños negocios hispanos. Sus jefes saben cuál es su situación migratoria y se aprovechan… Acá a veces es un “lujo” enfermarse.

Análisis

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2022-01-25T08:00:00.0000000Z

2022-01-25T08:00:00.0000000Z

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