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¡ Pepe HOJ S el Toro ! es inocenteeeee

Domingo 4 de diciembre de 2022 n 1967 se exhibió en México una de aquellas primeras películas “de aliento”. Un preciosísimo mosaico de lo que por entonces era la Ciudad de México y en particular su vida nocturna. Se llama Los Caifanes y fue dirigida por Juan Ibáñez.

Digamos que fue una irrupción irreverente en un ambiente nacional de calma chicha si consideramos que un año después ocurriría en México aquel presagio: la salida a las calles de los muchachos de entonces, los necios y rezongones, héroes y soñadores.

Por entonces, los mexicanos estábamos como adormilados luego de un periodo de cine en el que predominaban las películas de “cabareteras arrepentidas”, como las llamó el muy popoff periodista Agustín Barrios Gómez; y las películas de charros valientes que a caballo recorrían la campiña mexicana entonando melodías rancheras para endulzar el oído a la muchacha bonita del pueblo.

También estaba el cine maravilloso-inolvidable de luchadores: de máscaras contra cabelleras. Películas en las que un héroe, digamos El Santo, el enmascarado de plata, que con su máscara y su capa perseguía sin cesar a los malandrines que acechaban al planeta tierra para apoderarse de él y de las muchachas más guapas del gótico mundo enmascarado: Ana Bertha Lepe, Lorena Velázquez y tantas más que acompañaban al enmascarado en su lucha contra el mal.

De todo había por entonces en aquel presagiante 1967. Sobre todo ya había un espíritu de irrupción en el ambiente. O por lo menos a eso se debía que en lo que respecta al cine nacional mexicano.

Por entonces, el auge del cine europeo calaba en el ánimo de los nóveles creadores nacionales y buscaban en particular en ese Nouvelle Vague, una forma de renovar al cine mexicano sin perder su propia identidad. Aquella Nueva Ola que había surgido en 1950 en Francia como respuesta a las convenciones y estructuras del cine de masas y comercial. Estaba también el realismo italiano y…

Y ese mismo entusiasmo por renovar el arte cinematográfico hizo que un grupo de jóvenes cineastas, escritores (Rulfo,

EFuentes, Paz, García Márquez), fotógrafos, guionistas… participaran en aquel Primer Concurso de Cine Experimental en México. Fue en 1965. Un intento exitoso de renovación de la industria cinematográfica mexicana que por entonces estaba en crisis luego de su famosísima Época de Oro del cine mexicano.

Los nuevos cineastas no abdicaban de la experiencia histórica del cine mexicano en sus orígenes y en sus distintas etapas en las que hubo películas de todo género y naturaleza, algunas incluso de culto, como El Compadre Mendoza; La banda del automóvil gris; ¡ Vámonos con Pancho Villa!; Santa; La mujer del Puerto, pasando por grandezas como las de Julio Bracho y su Distinto Amanecer, o de El Indio Fernández y su Enamorada, Salón México… o aquella irrupción que se llamó Una familia de tantas de Alejandro Galindo y tantas-tantísimas más que dan sentido, gloria y orgullo al cine mexicano entonces y ahora.

La ganancia de aquel Primer Concurso fue mayúscula porque convocó un grupo grande de creadores jóvenes que hicieron propuestas que hoy parecen añejas pero que en su momento fueron un respiro y una oxigenación para la industria del cine en México, quitándole achaques y locuras.

Hubo películas como: La fórmula secreta, de Rubén Gámez; En este pueblo no hay ladrones, de Alberto Isaac; Amor amor amor”, de Benito Alazraki, Miguel Barbachano-ponce, Héctor Mendoza, Juan José Gurrola, José Luis Ibáñez y Juan Ibáñez; Viento distante, de Salomón Laiter, Manuel Michel, Sergio Véjar y tantas más que llevaron a la reflexión al nuevo público mexicano.

Así que de pronto, aquella tan vista y comentada Los Caifanes, que caló en los muchachos aquellos del 67 fue el presagio de esos ‘aires de libertad’ que se expresarían en las calles mexicanas de aquel 1968 doloroso e inolvidable.

Adelante el cine mexicano adquiriría renovadas formas de expresión y de arte. Coexiste el ideal artístico con el cine comercial y de masas. Está bien. Hay cine para todos los gustos en México como en todo el mundo. Pero también es cierto que hoy ha surgido una nueva etapa de cine mexicano con novedades en el frente, con historias renovadas y puestas al día nuestro.

Sí, hay cine arte; hay cine comercial; hay “churros” y “churrísimos”. De todo en esta viña del señor público. Pero eso ha hecho a una industria viva que figura en los esquemas mundiales de producción cinematográfica de altísimo nivel, calidad y cantidad.

Es cine de hoy toma al toro por los cuernos para contar historias de lo cotidiano, de lo que nos duele y nos acongoja, pero también de nuestras expectativas y de nuestros sueños para un mejor futuro, porque eso es: el cine es reflejo de los tiempos y es registro histórico del pensamiento, palabra y obra del ser mexicano en cada momento de su vida y en cada momento de la vida del país.

El cine mexicano es un orgullo para todos los mexicanos. El de entonces y el de ahora. Es el registro de nuestras vidas, nuestros gustos, nuestras sonrisas, nuestros alivios, nuestras tristezas y alegrías sin fin: puestos en arte.

Y para que este arte, como es el cine, que es expresión y emoción, pasión y locura, subsista, se requiere un poco de gracia y otra cosita:

Recursos. Apoyos. Auxilios. Porque los que se entregan a la industria del cine no son dádivas, son responsabilidades colectivas para un arte que es colectivo, que es de todos y de cada uno. Se le nutre y se le debe nutrir con parte del resultado de nuestro trabajo,

FinD

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