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¿Qué dijeron los mexicanos a su iglesia? (1)

MIRAR. En la mayoría de las parroquias mexicanas, durante este año y el anterior, se realizó una consulta abierta sobre cómo perciben que la Iglesia camina junto con el pueblo, y qué sugieren para que mejoremos nuestra vida y nuestra pastoral. De las 79 diócesis que hay en el país, en 75 se hizo esta consulta, como se dice en la síntesis nacional que se envió a Roma en orden al Sínodo mundial de obispos convocado por el Papa.

En dicho informe se afirma que “hubo reuniones presenciales a varios niveles, una amplia consulta usando metodologías mixtas o híbridas. Unos realizaron ejercicios amplios con participación de cientos y hasta varios miles de personas; otras consultas fueron reducidas en número. Los participantes en la consulta fueron agentes de pastoral entre obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicas, laicos, predominando las mujeres (55 por ciento aproximadamente). Las personas consultadas viven predominantemente en medianas y grandes ciudades; la mayor parte está entre los 35 y 65 años”.

Textualmente se dice: “Debemos tomar ejemplo de algunas de las diócesis que, en este proceso de escucha, hicieron un esfuerzo importante por incluir a hermanos en condición de pobreza (que en México equivale a más de la mitad de la población, es decir, cerca de sesenta millones de personas); a los adultos mayores y los jóvenes; a divorciados vueltos a casar y parejas que viven en unión libre; a madres y padres solteros; a familias disfuncionales; a los que han sufrido experiencias negativas de abuso sexual; a colectivos minoritarios (LGBT y otros); a víctimas en general de secuestros y desapariciones forzadas; a maestros y capacitadores; a periodistas y comunicadores; industriales y comerciantes; policías y soldados; políticos y profesionistas; discapacitados, adictos, migrantes, indígenas, indigentes”.

Con toda claridad dijeron: “Los espacios de escucha promovidos por la Iglesia a partir de la pandemia nos han ayudado a constatar la presencia generalizada de sentimientos de tristeza, soledad, desesperación, angustia, cansancio, depresión, incertidumbre, miedo, dolor, confusión y vulnerabilidad. Todo esto ha afectado de manera importante a las familias, a los niños, jóvenes y ancianos, sobre todo en zonas pobres que, por ser tales, se convierten casi naturalmente en expulsoras de jóvenes, de migrantes y de desempleados, en donde crece la desolación.

Tomamos conciencia los obispos que hemos escuchado poco o nada a los alejados, a niños, adolescentes, jóvenes, a personas en condición de calle, a homosexuales, mujeres violentadas, empresarios y políticos, comunicadores y profesionistas en general. Poco a poco, en un éxodo silencioso, éstos se alejan de la práctica sacramental, aunque se sigan autodesignando católicos en los censos poblacionales”.

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2022-12-04T08:00:00.0000000Z

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