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Testimonio del primer corresponsal de guerra revolucionario (III)

El vívido testimonial periodístico de Ignacio Herrerías sobre los trágicos hechos acaecidos en Puebla entre el 17 y el 19 de noviembre de 1910 fue publicado como libro -con fotograbados de Ernesto García Cabral- a principios de 1911 bajo el título “Sucesos sangrientos de Puebla”, suscitando gran expectación no exenta de resquemor, al grado de haber sido retado el autor por un historiador poblano celoso ante la crónica. Duelo histórico que tuvo por árbitros a Luis González Obregón y Jesús Galindo y Villa y del que salió Herrerías victorioso. Sí, su obra no sólo abría nuevas luces para el periodismo mexicano, también confrontaba -entonces, como hoy- a la historia oficial local y nacional.

El 29 de marzo de 1911,nuestro corresponsal de guerra se desplaza al norte de la República, principal epicentro del fragor revolucionario durante los próximos meses. Su producto será la serie de artículos “En el Campo Revolucionario” publicados por “El Tiempo” (1911-1912), que declarará en enero de 1912: los artículos de Herrerías que “fueron devorados valga la palabra por miles de lectores… son, sencillamente, históricos”.el nuevo testimonial estará dividido en tres partes: la entrevista en Bustillos con el señor Madero;el campamento en Ciudad Juárez y el asedio y toma de Ciudad Juárez. En él desfilarán personajes como Madero, Carranza, Villa, Pascual Orozco padre e hijo, Pino Suarez, Manuel Bonilla, Abraham González, Manuel Urquidi, Federico González Garza, entre otros.

Cinco meses han transcurrido desde el estallamiento de la Revolución, pero del Herrerías de Puebla al del Norte, es notableel incremento en la intensidad del escritor. A su profunda y expresiva emoción se añade ahora una especial pasión: la que naceen quien convive con los actores principales de una gesta revolucionaria, pero sobre todo del que sobrevive en medio de una guerra de cara a la muerte.

Para entrevistarse con Madero, Orozco y Villa que se encontraban en “lo más abrupto de la sierra” chihuahuense,

Herrerías deberá atravesar el campo revolucionario. No hay comunicaciones y el peligro es que los revolucionarios le apresen o fusilen. Por tren logra llegar a Torreón, Bermejillo, Jiménez, Santa Rosalía y, finalmente, Chihuahua. Su objetivo es el “Campamento General del Ejército Libertador, Bustillos”, a 120 km de distancia, pero antes deberá solicitar permiso al gobernador Ahumada pues los periodistas tenían “prohibido acercarse”. Se sabía de muchos que no habían retornado más. “Lo fusilan, amigo Herrerías”, “Lo truenan”, “Si creen que es usted espía lo matan”, le advierten a coro diversas voces, pero Herrerías afirma: “decidí jugar el todo por el todo. Yo no regresaba a México sin haber entrevistado a Madero y a Orozco, antes aceptaba todos los peligros que el ridículo”.

Dos periodistas extranjeros le piden acompañarlo: Félix Sommerfeld y Thomas W. Steep de Prensa Asociada. Juntos se dirigen a la estación de Santa Isabel, donde son recibidos por las fuerzas de Orozco, hijo. “Al fin lo conocía -expresa Herrerías-, estaba junto a él, iba a hablarle, iba a interrogarlo”. Él era “el alma de la revolución”. Escoltado por sus capitanes Dozal, González Garza y Cárcamo, son conducidos a la siguiente estación “San Andrés, Cuartel General del Coronel Francisco Villa”. Allí, en medio de unos 800 hombres a caballo formados en hileras, Orozco le dice a uno de “bigote rubio, espeso, colorado como americano”: “Le presento al señor Herrerías, periodista -y agregó volviéndose a mí- el señor Francisco Villa, Coronel del Ejército Libertador. Nos dimos la mano, mientras Villa me miraba de soslayo, socarronamente”.

El siguiente destino es la hacienda de Bustillos. En el camino, los revolucionarios leen con avidez los periódicos que lleva Herrerías. De pronto González Garza salta en su asiento y exclama: “Dice Porfirio Díaz que apoyará la NO REELECCIÓN y el SUFRAGIO EFECTIVO, lo que nosotros pedimos, lo que ambicionábamos… pero ya es tarde… Esto lo han conseguido los bandidos, los latro-facciosos, como nos quieran llamar. Y hablan de darnos amnistía… si nosotros somos los que debemos darla!”.

Al llegar alcuartel donde residen Madero y Orozco, este último cede el paso al corresponsal de guerra para bajar del tren. Dos mil hombres, con rifle en mano, distintivos tricolores en el sombrero y medallas con santos, les reciben cantando: “¡No quiero más Porfirio, / ni Reyes ni Corral, / al que quiero es a Madero / en la silla presidencial”. “Es el himno de la revolución”, escribirá Herrerías, momentos antes de reunirse con Madero, “el leader”.

La entrevista girará en torno a las negociaciones y condiciones de paz entre los revolucionarios y el gobierno de Díaz; el peligro de una intervención de los Estados Unidos y el trato que daría Madero, de ganar, a los enemigos políticos, pero destaco una pregunta:

"-¿Tiene usted miedo de morir en un encuentro con los federales? -pregunté de improviso”, escribe Herrerías.

“-Absolutamente… nunca me sentí tan seguro como me siento desde que entré en la República… aquí nada temo”.

La entrevista giraría en torno a las negociaciones de paz entre los revolucionarios y el gobierno de Díaz; y el peligro de una intervención de Estados Unidos

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2022-12-04T08:00:00.0000000Z

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