Kiosco OEM

El primer giro a la izquierda en América Latina

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz Twitter: @EnriqueBermC

El cambio político, la alternancia y los triunfos y derrotas electorales son parte de la normalidad democrática. Resulta deseable que dichos procesos de cambio político encuentren causes institucionales que garanticen: equidad en la competencia por el poder; mecanismos que logren certeza de los resultados electorales y esquemas eficientes de representación. Dichos cauces institucionales son una condición sine qua non para garantizar el cambio en condiciones de estabilidad. En el caso de América Latina –con la consideración de los regímenes autoritarios sostenidos en el siglo XX– lo que va del siglo XXI ha resultado ser una paradoja: a pesar de que la construcción de regímenes democráticos es regla general, el cambio político no ha transcurrido en contextos de estabilidad sino más bien ha inaugurado períodos de encono, polarización y conflicto.

La vida política paradojica de América Latina supone ciertos riesgos que se han profundizado con el tiempo. Dado que el establecimiento de regímenes democráticos parece no suponer la superación de situaciones de crisis y conflictos políticos –sumado a su frágil vinculación con mejores resultados económicos y de calidad de vida de las personas– en la sociedad se ha originado una desconfianza a la democracia. Algunos trabjaos estadísticos como el Latinobarómetro 2021 indican que “el 49% de los ciudadanos prefiere la democracia sobre cualquier otra forma de gobierno, pero un 13% está dispuesto a apoyar un gobierno autoritario” y a un 27% le resulta indifierente, lo que demuestra un estado de crisis.

En este contexto, entre la paradoja y el desencanto con la democracia, las críticas trascienden hasta la política. Hay desconfianza en lo que –desde el imaginario– se vincula con la política. Por esta razón fundamental destaco el ensayo de Bernard Crick “En defensa de la política” quien califica a la política como “la única alternativa al gobierno por la fuerza que permite simultáneamente la libertad y el orden”, en la región es necesario que los análisis abandonen posiciones maníqueas que fomentan la idea de polarización política permanente.

Es importante explicar qué es el giro a la izquierda, cuáles son algunas de sus causas –en medio de convulso contexto político latinoamericano– y por qué es una falacia pensar a la política como un péndulo que se mueve de izquierda a derecha permanentemente y con cierta uniformidad en la región. En síntesis, es posible indicar que el supuesto de que –en efecto– el cambio y la alternancia es muestra de maduración de la vida política sin embargo, cuando éstos se desbordan de los cauces institucionales generan espacios para la irreverencia política o –peor– para nociones autocráticas.

América Latina transcurrió de un período de crisis, incluso señalada como la década perdida en los años 80, hacia períodos de estabilidad macroeconómica y la aplicación de medidas, estrategias y políticas indicadas por los organismos internacionales. La transición a la democracia en binomio con la implementación del modelo neoliberal, no se tradujo en la mejora de las condiciones de vida para las personas y previsiones de desarrollo para los países. En realidad signifó la contracción de la acción del Estado y el consenso “de que las furezas del mercado debían desarrollarse sin limitaciones”. La profundización del modelo generó una discusión pertinente centrada en la desigualdad generada que devino en acción política.

Entonces la mayor crítica y el centro del ideario de las izquierdas en la región fue la desigualdad y la consecuente propuesta de “buscar la igualdad” a partir de dos elementos centrales: la regulación del mercado y el sostenimiento de una política social activa. Para lograr tales objetivos es evidente el reto de generar capacidades estatales, sobre todo porque el período previo supusó el desvanecimiento de la acción del Estado en muchas áreas de la vida pública, sobre todo en lo relacionado a regulaciones económicas y provisión de bienes y servicios.

El giro a la izquierda significó la llegada al poder de líderes, partidos y movimientos políticos que respondían a esta lógica confrontativa con los resultados arrojados por el modelo de desarrollo. Fue un movimiento, calificado por algunos, en la era posneoliberal como “revoluciones pasivas” y significó la adaptación de las izquierdas políticas a los nuevos contextos; el giro a la izquierda fue posible en buena medida porque las izquierdas latinoamericanas avanzaron gradualmente en la dirección de la moderación. Destaca que abandonó el escepticismo hacia la democracia para promover la democracia participativa, o que aunque mantiene dudas sobre los beneficios del libre mercado, abandonó las posiciones radicalmente proteccionistas o aislacionistas.

En la literatura parece estar claro que el agotamiento del modelo previo y la moderación de las izquierdas explican –en buena medida– el giro a la izquierda. Empero, se han generado nuevos análisis escépticos (no sobre las causas del giro) sino en las consecuencias. Para muchos el giro a la izquierda implicó una movilización de las élites políticas tradicionales, nuevos arreglos institucionales con los sectores productivos de los países y –en general– reordenamiento del sistema política en general y sobre todo del sistema de partidos. Esa narración usualmente es leída en positivo, es decir que el giro a la izquierda revalorizó el papel del ciudadano y avanzó en una dirección prograsista. No obstante, las mencionadas posiciones escépticas de las consecuencias, sí optan por diferenciar las tendencias generales de la región respecto de las experencias nacionales en ciertos casos.

El viraje a la izquierda tiene trayectorias diferenciadas en los países que son dignas de atención en los estudios y análisis políticos. Además de que obviar dichas particularidades resulta un error, también es un yerro que “la batalla ideológica de permee en los estudios científicos” de dicho proceso político y se construyan silogismos maníqueos en los que hay posiciones buenas y correctas contrapuestas con otras malas y negativas.

Ahora mismo, en el caso de México con el proceso electoral de 2024 en puerta, es valioso recuperar estas discusiones y saber qué es lo que una agenda política de izquierda debe proponer y cómo se dispone a lograrlo. Tanto el fondo como la forma son relevantes.

Analisis

es-mx

2023-06-03T07:00:00.0000000Z

2023-06-03T07:00:00.0000000Z

https://oem.pressreader.com/article/281685439233521

Organizacion Editorial Mexicana