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ERICK RAMÍREZ

Andar contándole los asistentes a la marcha de la 4T es perderse por las ramas. El chiste es que fueron bastantes incluso descremando el evento de los acostumbrados acarreados. El fondo es uno y es que pocos mandatarios en funciones del mundo pueden movilizar a tantos como lo hizo el presidente López Obrador.

Unos dicen, los más valientes, que la marcha del domingo pasado fue un evento extraordinario de poder político y apoyo popular. Los otros, también aventurados, que en cambio fue una decepción y muestra de la pérdida de popularidad del Presidente.

Ambos tienen razón en parte. Por eso me detengo más bien en la carga simbólica de esta que fue de las últimas marchas del Presidente, si no la última.

Primero hagamos la diferencia de que una marcha es un acto derivado del ejercicio del activismo, una manifestación de las ideas para llamar la atención y lograr un cambio. Lo de este 27 de noviembre no fue eso.

Siendo un evento organizado por el Estado para "autoapoyarse", y como reacción directa a la marcha en defensa del INE, lo del domingo pasado fue propaganda pura y dura.

Entonces, en lo político no fue megamarcha, más bien fue una macromañanera y un acto de campaña. Así lo cabeceó acertadamente la OEM el lunes: "Como en Campaña".

Porque no fue nada más a festejar 4 años de gobierno. Si ese hubiese sido el caso marchaba, decía algo bonito y dejaba a Belinda rifarse un concierto.

En cambio citó cifras sobre seguridad pública, política social y desarrollo económico como vehículo para promocionar a su gobierno, hayan sido precisas o no, que no lo fueron, claro.

También el evento sirvió para ver quién está entre los favoritos del Presidente para sucederlo, y en ese campo Claudia Sheinbaum se le vio siempre cercana.

En lo que toca a lo dialéctico, lo más relevante de la fecha es que el Presidente le puso nombre a su proyecto. Queda para los historiadores citar eso de "humanismo mexicano" en su análisis, sea lo

Aunque su popularidad ha caído considerablemente, el presidente López Obrador se mantiene como el mandatario moderno de mayor apoyo popular al mes número 47 de su mandato. Según el agregador de encuestas Oraculus, en su toma de posesión el presidente gozaba de un respaldo del 76% de los mexicanos, medición que se ubica hoy en 61%. El que más se le acerca en el mismo periodo de su respectivo sexenio es Ernesto Zedillo, a quien le respaldaba el 59% de los mexicanos en su mes número 47 como presidente.

POPULARIDAD ENTRE LOS MEXICANOS DEL PRESIDENTE EN TURNO AL TIEMPO EN EL CARGO, SEGÚN ORACULUS

AMLO

EPN

FCH

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que sea que eso signifique.

Porque muy diferente es tomar como eje de gobierno a la dignidad humana y su libertad que abarca a todas las ideologías, que centrarse en "los pobres" como él dice hacerlo.

Hay una divergencia de razonamientos y argumentaciones entre el concepto que López Obrador usa para describir a la 4T y su discurso diario.

En todo caso hubiese sido más preciso bautizar a su doctrina como "humanismo popular mexicano", pues los que considera "los conservadores" o "fifís" no han sido dignos de su reconocimiento. Pero hacerlo así sería ponerse de pechito para que le repitan el viejo mote de "populista".

Ya por último en la esfera de su legado, se mira a un Presidente encaramado y cómodo en los beneficios del poder.

Desde hace rato los presidentes mexicanos dejaron de tener "su día". Atrás había quedado cuando el priismo

VFQ

EZPL rendía su informe de gobierno ante un Congreso y sociedad postrados.

Ahora el Presidente fue a que lo palmearan en la espalda movilizando recursos públicos (de espacio, bienes, tiempo y dinero) y a dar un pseudoinforme de gobierno en la plaza pública más grande de Latinoamérica.

Así, reeditó a su manera el culto al poder presidencial mexicano. Está esa foto ampliamente difundida en la que la multitud extiende las manos hacia él como si fuese el Papa o Supermán y que lo dice todo.

Varias veces ya se le había recomendado al Presidente, de manera bien intencionada o no, que se "bajase del caballo", pues ya no era caudillo sino mandatario.

Lo anterior iba en el sentido de que debía deconstruirse como líder de un movimiento popular que por definición tienen una agenda propia, para convertirse en un líder de país que por obligación debe dar cabida al mayor número de voces posibles.

Claramente nunca ha hecho caso a este paradigma de buen gobierno.

Y es que desde que despacha en Palacio Nacional la calle ya no es para él. No es que no le pertenezca, sino que en ella su persona cobra más poder, y éste último siempre corrompe.

FinD

es-mx

2022-12-04T08:00:00.0000000Z

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