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Y los viejos pescadores…

Se llamaba Rudesindo Cantarell Jiménez. Era pescador y cada madrugada se hacía a la mar en una pequeña embarcación camaronera, el “Centenario del Carmen”, cargado de redes. Su espacio de vida estaba en el mar de Campeche.

Era el año 1958. Por entonces tenía 44 años de edad. Y no se imaginaba lo que encontraría en su búsqueda solitaria de camarón y peces para su consumo familiar y para su venta. Era un hombre humilde que vivía de su trabajo. Que disfrutaba y sufría su trabajo.

Al principio no le dio mucha importancia a lo que había visto –contó años después en entrevista con Proceso--; se lo comentó a algunos de sus compañeros pescadores. Le dijeron que a lo mejor era el óxido de algún viejo barco hundido… De todos modos “Me dio por tirarle el equipo de pesca, pensando que era un barco o algún chalán hundido, pero el fondo salió limpio”,

En el fondo, Rudesindo (19141997) temía que si era alguna otra cosa más complicada, esto podría cambiar la vida de Ciudad del Carmen. Y no quería. Sus amigos camaroneros tampoco.

Él sabía del mar y sus secretos porque su padre lo llevó a pescar desde los 10 años –relataba--, y desde entonces trabajó desde pequeñas canoas y embarcaciones pesqueras de la región, hasta grandes buques en los que llegó a Cuba y Estados Unidos.

Uno del que se hizo socio en la década de 1950 es el que cambió su historia y la historia de México: “Centenario del Carmen“.

Y guardó silencio casi una década. Sólo él sa-bía el lugar en donde estaba aquella enorme mancha negra sobre el mar; nadie más que él:

‘Un día me fui directamente al aceite. Vi que salía una enorme burbuja que se extendía en la superficie… Creí que era petróleo y se me quedó la idea. Le dije a mi señora “oye, creo que hay chapo (petróleo) en el Carmen”, le contó a Ignacio Ramírez, de la revista Proceso en 1983.

En 1968 llegó al puerto de Coatzacoalcos, Veracruz, a vender pescado. Y le contó a otros pescadores que había descubierto petróleo en sus aguas. “Yaaaaa, me decían”; y tomó el consejo de aquellos hombres de dar aviso a los ingenieros petroleros de Pemex.

Al principio no le creían: “¿Será, señor?”, le dijo uno de los expertos. “Pues yo creo que sí es, usted dirá”. Y consiguió que tres de ellos lo acompañaran, los ingenieros Javier Meneses, Serafín Paz y Mario Galván.

Guiados por Rudesindo Cantarell fueron a cien kilómetros de las costas de Campeche para ver aquella mancha negra que podría ser petróleo aunque dudaban. Pero quisieron estar seguros.

Y lo que para él era una sospecha se hizo verdad: Para sorpresa y azoro de todos, en aquel lugar cercano a las costas, Petróleos Mexicanos (Pemex) encontró el más grande yacimiento de crudo en la historia del país. Y para 1971 estaba más que confirmado:

Bajo las calmas aguas transparentes del mar de Campeche yacían 40,000 millones de barriles del crudo. [En la década de 1960 en México apenas y había unas 10 plantas petroleras y una discreta producción comparada con otras grandes productoras de este energético de la época.]

Los pozos Bacab, Abkatun, Ku, Maloob, Akal y Nohoch que integran el Complejo Cantarell llevaron la producción de crudo a un millón de barriles diarios en la década de 1980, casi 40 por ciento de lo que extraía México entonces.

El yacimiento fue nombrado Complejo Cantarell, en honor al pescador que descubrió el yacimiento y quien llevó a los ingenieros petroleros a su hallazgo. Pero también empezó lo que más temían: la llegada de la industria petrolera transformó la vida de los camaroneros de la región: unos mil barcos pesqueros ya no podían navegar por ahí.

“En cuanto llegó Pemex se clausuró la pesca. Y la tradición de pueblo pesquero de siglos se desapareció. Los pescadores le dieron la espalda a Rudesindo”, dice el director de cine Rubén Imaz quien se basó en la vida de Cantarell para su película: “Tormentero”.

Si: El pescador fue homenajeado y su apellido significó riqueza petrolera. Pero él mismo, el pescador, empobreció y fue sometido a humillaciones.

Petróleos Mexicanos le prometió empleo y el gobierno le entregó una medalla de oro. Le dieron un empleo sin contrato fijo, como auxiliar de limpieza en un laboratorio de Pemex en Campeche, con un sueldo acorde al bajo nivel que le asignaron.

Tiempo después, el viejo pescador lamentó que las cartas que envió a los ejecutivos de Pemex y al gobierno federal nunca fueron atendidas ni le trajeron una mejora salarial ni un buen empleo.

Pero lo peor fue que perdió el apoyo de su comunidad. Y hoy “El nombre les resuena a los mayores, pero en realidad su historia y su persona la conocen unas tres personas”, dice Imaz, quien encontró la modesta tumba de Rudesindo Cantarell en Isla Aguada, Campeche.

Sirva la historia de Rudesindo Cantarell, el viejo pescador, como pretexto para reconocer la enorme importancia de los pescadores y de la pesca comercial y de subsistencia en México.

Un trabajo nada fácil. Mucha faena. Mucho esfuerzo. Mucho peligro y enormes satisfacciones personales, pero muy poco reconocimiento a tan enorme trabajo y mucha zozobra económica para quienes cada madrugada se hacen a la mar para obtener uno de los alimentos más sanos e importantes en toda dieta humana: los pescados, los invertebrados marinos y productos del mar.

México tiene cerca de 12 mil kilómetros de litoral. Casi 3 millones de kilómetros cuadrados de Zona Económica Exclusiva y 360 mil kilómetros cuadrados de plataforma continental.

“Entre los grupos legalmente aprovechables en la actividad pesquera, hay registrados cerca de 3 mil especies en México: peces marinos del mar, de agua dulce, y de las que 600 especies son aprovechadas de alguna forma.

“El otro grupo aprovechado está conformado por invertebrados, entre ellos, los moluscos como: pulpos, almejas, caracoles, calamares y demás; crustáceos como: camarones, cangrejos, langostas y jaibas; equinodermos como: pepino de mar y erizo; entre otros grupos. En total, cerca de 200 especies de invertebrados son aprovechadas en México.” (Lo dicen los libros)

De las 32 entidades de la República Mexicana, 17 tienen costa marítima: 11 en el Pacífico y seis en el Golfo de México y mar Caribe, y son Baja California, Baja California Sur, Sinaloa y Sonora los que alcanzan el 78% de la producción pesquera total; el resto se reparte en los demás estados.

Pero los pescadores sencillos, los del pequeño barco pesquero viven en pobreza o con apenas lo suficiente para la subsistencia. Los hay, sí, que han conseguido mejoras a su condición de vida. Pero en general predomina la pobreza, el abandono, la soledad y el ser el sector menos cuidado y menos atendido por la administración de distintos períodos de gobiernos federales y estatales. Existe pesca de altura, la que cuenta con grandes buques recolectores de productos del mar; grandes embarcaciones de importantes empresas pesqueras; enormes navíos que recorren las costas mexicanas y que obtienen cantidades supremas de peces vertebrados e invertebrados y de distintas especies.

Pero el pescador sencillo, el de cada mañana, el de la madrugada, el que se arriesga a salir al mar con embarcaciones medianas o chicas están desprotegidos. Sin apoyos institucionales o de gobierno…

Gobiernos que van y vienen y que prometen mejoras a la pesca, pero nada: los pescadores, los viejos pescadores, los jóvenes pescadores en años no han mejorado sus condiciones de vida ni han visto cumplidas las promesas que cada seis años se les hacen para “rescatar la actividad pesquera”.

Son cientos de ellos. Miles. Y miles hacen familias que dependen de la pesca. Familias enteras que viven a la orilla del mar con la esperanza de que “este día sea mejor que ayer”.

Cuántas historias de lucha. De esfuerzo y esperanza. Cuántas traiciones. No siempre sus organizaciones o cooperativas de pescadores han sido su solución de vida.

¿Sabe usted –en los años recientescuántos pescadores han salido al mar y no han regresado a sus hogares? ¿Cuántos hijos de pescadores están huérfanos? ¿Cuántos hombres del mar han naufragado y no se supo de ellos? ¿Sabe cuántos fueron abrazados por ese mar al que tanto querían?

Pero no deja de ser una vida feliz para muchos de ellos. De contacto con la naturaleza. Con el mar. Con la mar… Y todos esos pescadores que están ahora mismo, en este momento, por allá, sobre el mar, ríos o lagunas, navegando, en busca del mejor pez, el mejor molusco, el mejor presente y el mejor futuro: Son los viejos pescadores, nuestros queridos pescadores.

Dominical

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2023-06-03T07:00:00.0000000Z

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