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Violencias

Ajimenez@oem.com.mx

México es cada vez más violento. Y no me refiero solamente a las cifras de homicidios provocados por el crimen organizado, sino a todo tipo de violencia: doméstica, vicaria, de género, vial, homófoba, sexual, de acoso, política, bancaria, hacia las mascotas, hacia los vecinos, con un gobierno que todas las mañanas se dice agredido y en respuesta agrede y llama a la desunión y el pleito.

Macro violencias y micro violencias que se suman y nos dan este resultado caótico. Cada vez hay más mexicanos buscando la manera de dañar a otros, por dinero, por venganza o por deporte.

Esta semana conocimos el registro del mayor número de homicidios de que se tenga memoria en el país (156 mil 35 homicidios hasta lo que va del sexenio y contando) y presenciamos cómo un tipo arrojó a un perro a un cazo hirviendo sin el menor asomo de remordimiento. Hechos aparentemente inconexos, pero unidos por el fino lazo de una violencia que no nada más es responsabilidad del Estado o del gobierno, sino de los propios mexicanos de a pie.

Todos responsables por igual de esta irracional vorágine de enojo y frustración que lleva a los grandes criminales a matar por dinero, drogas y extorsión, pero también a que dos desconocidos se líen a golpes por un cerrón automovilístico menor, acabando lesionados o presos. Estupidez pura.

La semana pasada Carlos Juárez Cruz, director en México del Institute for Economics and Peace (IEP) escribió en estas páginas, a propósito de su Índice de Paz México 2023:

“En México suceden múltiples violencias de forma simultánea. No solo el promedio de 87 homicidios al día, también la violencia de género (violencia familiar, sexual y feminicidios) en máximos históricos, las agresiones letales contra policías (403 en 2022), la clasificación de México como el país más peligroso del mundo para hacer activismo ambiental (54 activistas asesinados en 2022) y el segundo país del mundo más mortífero para hacer periodismo, solo después de Ucrania.

“Otras formas de violencia incluso se han vuelto imperceptibles. Si bien las dinámicas relacionadas con los homicidios y la delincuencia organizada se apoderaran de la cobertura mediática y la conversación pública, en nuestro país subyacen violencias con raíces lejanas en el tiempo y profundas en nuestra sociedad. Formas de violencia arraigadas en la cultura y las estructuras, las cuales nos han convencido de que males como el machismo, la discriminación, la corrupción o la impunidad son inevitables y por tanto conviene acostumbrarnos a ellos.

Como afirma el IEP, nos urge como país una nueva ética solidaria. El reconocimiento de que no es posible abstraernos del contexto en que vivimos, ni ser ajeno al sufrimiento del otro. Una y otra vez, la violencia vuelve a nosotros de diversas formas recordándonos que nuestros lazos sociales son indisolubles.

Hay esperanza. “A lo largo del país surgen modelos locales de colaboración intersectorial que alimentan la resiliencia social y restauran las relaciones entre sociedad y gobierno. Algunas de estas iniciativas son lideradas por empresarios responsables, otras por gobiernos sensibles o por liderazgos sociales dialogantes. En la mayoría de los casos, se trata de una combinación de los tres”.

Quizás, como se ha dicho, las respuestas no están en las élites sino en la colectividad. Tomar conciencia de este entorno violento y transformarlo desde lo micro. Suena difícil, pero no nos queda de otra…

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2023-06-03T07:00:00.0000000Z

2023-06-03T07:00:00.0000000Z

https://oem.pressreader.com/article/281513640541687

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