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Gramáticas electorales

Las últimas

semanas en la isla de Montreal estuvieron marcadas por las elecciones provinciales. En un lunes de mangas largas y de bufandas resucitadas, digamos que al cierre de las casillas ganaron los oficialistas por mayoría, y que perdió el verano sin remedio. Y al decirlo así uno cae en la cuenta de la dificultad que significa para el migrante de la calle Colón tener una opinión sobre las ideologías dominantes en las ciudades de nuestros climas adoptivos. Aclaro: la dificultad no está en entenderlas, sino en la libre expresión de nuestros puntos de vista.

Este principio de timidez nos hace desviar el alma cuando el tema político aparece en nuestras charlas. La razón es más bien simple de entender, creo yo: al expresar simpatías hacia alguno de los partidos en pugna, desde el más misterioso de los descréditos sabemos que se nos diagnosticará la enfermedad de la miopía histórica. Sí, en términos generales, y cualquiera que sea el color de nuestras convicciones, al desarraigado se le ha de atribuir una especie de desconocimiento congénito de las gramáticas electorales del Polo Norte, como si el acento de las lenguas adquiridas en el destierro revelase una especie de insuficiencia intelectual al pronunciarnos en las urnas. Y duele, claro que duele, tanto como al ciego que de repente le han quitado el bastón para seguir caminando con sus propias palabras…

Y, porque todo debe decirse, es cierto que las corrientes ideológicas no siempre confirman sus significados históricos en la memoria del transterrado. A manera de rápido ejemplo, ser liberal en la provincia de Quebec es posicionarse en una derecha moderada y no en una izquierda militante, mientras que la expresión local de los sueños nacionalistas genera parpadeos de precaución entre quienes hemos sido tocados por el exilio. Y es, pues, dicha circunstancia —sentir que nuestros diccionarios más innatos no traducen con fidelidad los idearios políticos del Polo Norte— lo que a veces complica el tránsito por un presente que, dígase lo que se quiera, también es nuestro, porque la isla de Montreal también somos nosotros, porque sus fríos forman parte de nuestros catarros, y nuestros hijos comen sabores locales, y nuestros vecinos nos contagian sus horarios, y porque en el transcurso de un solo día imitamos en secreto muchas esperanzas que, aunque ya eran nuestras, aquí hemos aprendido a reinventar ante la novedad de las aceras escarchadas.

Ya, ya vuelvo al tema: las cosas que un hijo de la Plaza de Armas reflexiona durante los comicios vividos en otro idioma. Una vez concluida la jornada de sufragios el día de antier, y de una manera más o menos clara, ganadores y perdedores volvieron a expresar inquietud por el futuro de la lengua francesa en esta parte del mundo. En efecto, desde la televisión regresaba el discurso de las luchas lingüísticas de Quebec en su condición de isla gramatical en América del Norte, y en la necedad provechosa de querer tener una opinión sobre la realidad que invade mis rutinas, de inmediato he vuelto a pensar que ni “Quebec” es una palabra castiza imaginada por Rabelais ni “Canadá” tiene raíces firmes en la lengua inglesa —para el caso, tampoco México, Perú, Nicaragua, Cuba, Paraguay o Guatemala poseen etimologías castellanas—. En su momento, tales expresiones fueron una novedad verbal en los vocabularios europeos, una sorpresa locutiva que, al paso de las generaciones, germinó en la necesidad de sabernos intrínsecos en las geografías del Nuevo Mundo. Y si la hibridez de dichas terminologías aún acompaña nuestros gentilicios, ¿por qué sentir miedo a la extinción de una lengua cuya belleza radica en abrirse a las mezclas y a las derivaciones?.., y enseguida he apagado el televisor para dejar de pensar que las odiseas del exilio representan también un instante inspirador de nuevas palabras: las creamos para triunfar sobre el silencio y la distancia, y acaso también sobre la soledad.

Por lo demás, cada elección provincial suele recordarnos nuestro propio grado de integración a la sociedad que nos ha acogido. En este horizonte de valoraciones, aquí ya tengo poetas que detesto, aunque hay otros, como SaintDeny Garneau, cuyos versos más boreales me han enseñado a ilustrar que el migrante es un ser “rechazado por todas las puertas, mordido por el frío, roído de esperanza” —imprecisiones aparte, pues lo traduzco a volapié—. Asimismo, entre tantas carteleras vividas en la isla de Montreal de todos los filmes del mundo, hoy sé decir, siempre con acentos de río Pánuco, que Dennis Villeneuve es un cineasta nórdico que comenzó a hacerse mío durante los vaivenes migratorios de su película “Incendios” (2011), y, sobre todo, durante los extraordinarios pasajes de “La llegada” (2016), esa cinta que, en clave de ciencia ficción, imagina con agudeza la creación de lenguajes cósmicos un poco más universales. Por último, las otoñales baladas de Félix Leclerc proveen de ritmos e imágenes que permiten al recién llegado, venga de donde venga, del Golfo de México o de la Conchinchina, entender los árboles rojizos de mi calle en todos los octubres.

Ya, ya concluyo… Tal vez sea cierto que el transterrado habla con errores de dicción y barbarismos —es nuestra forma de usufructuar los idiomas de la ciudad cosmopolita, supongo—. Sin embargo, nadie debería sentirse preocupado por la transparencia de sus convicciones políticas y mucho menos por su capacidad para hacer suya una gramática electoral que tiene la virtud de ser pensada y de ser sentida en varias lenguas al mismo tiempo. Más que seres mutilados por el desarraigo, los migrantes somos almas de vivencias acumuladas y de semánticas enriquecidas… Y porque detrás de cualquiera de nuestros rostros subyacen las crisis financieras y los golpes de Estado, las guerras y los desastres naturales, las hambrunas y las persecuciones religiosas, al depositar la papeleta en la urna el hijo del parque Méndez también envía el mensaje de todo lo que una sociedad debiese precaver para que los destierros nunca más fuesen posibles en la humanidad de ninguno de nosotros.

Análisis

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2022-10-05T07:00:00.0000000Z

2022-10-05T07:00:00.0000000Z

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