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Una de Jorge Fons

Juan José González Mejía

tas de su vida.

El asesinato de Sánchez/ López Tarso, uno de los albañiles que laboran en la construcción de un edificio bajo las órdenes de un junior inepto/ José Alonso, desata una serie de especulaciones sobre quién será el homicida. En manos de otro director rutinario, ese hubiese sido el punto central del relato fílmico. Sólo que para Jorge Fons apenas es una referencia de partida para ofrecer varias miradas sociales y antropológicas.

Cada albañil tiene su microcosmos que es, a la manera sartreana, el infierno de los otros y el suyo propio. Personajes enajenados por la miseria, la reminiscencia cristiana de la culpa, la corrupción y los avatares de un destino sórdido y torcido, hacen de Los albañiles un fresco fílmico autónomo de la obra literaria de Leñero (cosa insólita en cualquier cinematografía que adapta un texto literario).

Desde el ciego de Los olvidados/ Buñuel 1950, en el cine mexicano no se había esbozado un personaje libre y genuino como el de Sánchez: bruto, adicto, ladrón, pederasta. De la mano de Fons este personaje es una especie de Virgilio que nos conduce a submundos habitados por seres muertos ante las expectativas sociales. La construcción del edificio persiste como una metáfora anti Amado Nervo (“que yo he sido el constructor de mi propio destino”) donde se asoman otros derrumbes: la de la moral, el resquebrajamiento de la ley, la amputación de la psiquis.

Con Los albañiles Jorge Fons da una lección a cineastas como Arturo Ripstein y Gabriel Retes: para bucear en personajes escatológicos y sórdidos no hace falta caer en el barroquismo (recargamiento) ni en secuencias de repulsión; basta acudir al espíritu del relato: el tratamiento y la libertad de los personajes…

Nacional

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2022-10-05T07:00:00.0000000Z

2022-10-05T07:00:00.0000000Z

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