Kiosco OEM

Rubén Núñez de C.

Rubén Núñez de Cáceres V.

“…Quien ama la ciencia de la medicina, Ama igualmente a la humanidad…”

PLATÓN

Para Marina y Roberto Con respeto y afecto

Bienaventurados sean los doctores, mujeres y hombres, que aceptaron gustosos el reto que Dios les propuso, de ser sus Manos en este mundo, para aliviar el dolor de quienes acudan ellos para ser sanados, tal y como Él lo hizo un día con sus hermanos los hombres.

Sean por siempre bienaventurados porque gracias a su bendita vocación, le dieron significado a la salud de muchos, que confiaron en su pericia, tanto como en la calidez de su servicio.

Bienaventurados son los doctores que nunca se creyeron superhéroes, sino sólo seres vulnerables e imperfectos, porque así pudieron comprender más el sufrimiento de sus pacientes, ya que ellos mismos están rodeados de flaqueza y debilidad.

Bienaventurados sean los doctores que por su cercanía y la sencillez de su trato amable con sus pacientes, lograron que éstos, con solo verlos, empezaran a sentirse mejor.

Sean bienaventurados los doctores que nunca creyeron ser superiores a las personas que atienden, porque saben muy bien que son solo instrumentos en las Manos de Dios, su Mentor, que les eligió para ser sus suplentes en esta tierra.

Bienaventurados sean los doctores que nunca sucumbieron a la fascinación del borrego de oro. Un día recibirán el ciento por uno.

Sean benditos los doctores que supieron ponerse en los zapatos del otro. No para sentir como él, sino para sentir con él, y no se escudaron en el pretexto sutil de que al hacerlo, pierden objetividad.

Benditos sean los doctores que nunca fueron arrogantes, pero tampoco superficiales. Ese equilibrio será la esperanza de muchos para recuperar el propio.

Sean benditos los doctores que no sólo vieron en sus pacientes una ganancia material, a la que con justicia tienen derecho, pero también una alma inmortal como la suya, regalo de Dios vivo que nos hermana a todos.

Benditos sean los doctores que pudieron poner, auxiliados siempre por la ciencia, un rayo de esperanza en la vida de muchos. Encontraron, en el silencio de su asombro, el maravilloso y perenne fluir de la vida.

Bienaventurados los doctores que aman lo que hacen, lo hacen a nivel de excelencia y encuentran un gran placer en hacerlo. Su corazón nunca carecerá de ganancia.

Bienaventurados sean los doctores que no creen que ya lo saben todo sobre su profesión, y siempre buscan separar en su agenda, un tiempo para dedicarlo a su mejora continua a través de seminarios, simposiums, conferencias que enriquezcan su acervo cultural y cientifico, porque comprenden que sólo dejando su zona de confort, podrán superar el umbral de su obsolescencia.

Bienaventurados los doctores que llaman a los pacientes por su nombre, porque con ese simple gesto los harán sentirse importantes y confiados y no un número en una agenda del día.

Benditos sean los doctores que supieron tener paciencia ante las interrogantes que les hacen los enfermos y. a pesar de su cansancio, respondieron con una sonrisa sin manifestar enojo o fastidio. Un día alguien les sonreirá a ellos.

Sean bienaventurados los doctores que acudieron a una emergencia, porque supieron entender que en aun fuera de su horario, deben auxiliar a quien lo necesita, con la diligencia con que desearían ser atendidos en una situación semejante.

Benditos sean los doctores que decidieron seguir consultando en estos tiempos difíciles, aun a costa del riesgo que correrían y lo que eso implicaría para la propia salud. Su entrega y dedicación, junto con la satisfacción del deber cumplido, serán por sí mismas y no por el reconocimiento ajeno, su propia recompensa. Y doblemente bienventurados los que por esa causa perdieron una batalla, pero ganaron la guerra definitiva. Sus nombres están escritos en el corazón de Dios.

Sean benditos los doctores que han sabido combinar el excelente manejo de su profesión, con su sentido de ser padres y esposos. Encontraron el equilibrio entre su ser y su quehacer y con ello la sabia combinación que entre ambos se encuentra.

Benditos sean los doctores que supieron encontrar una parte de su tiempo para dedicarlo a un asilo, un dispensario, una residencia infantil, pro bono, esto es sin esperar nada a cambio. Sólo la íntima satisfacción que experimenta un corazón generoso. Y porque según dice el Libro Santo “bienaventurados sean los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia”

Sean en fin bienaventurados todos los doctores y doctoras ya sean de clínica elegante o consulta privada, hospital público, urbano o rural, de cualquier raza, credo o ideología, porque al dignificar su profesión le dieron sentido a la vida de muchos. Pero especialmente a la propia.

Portada

es-mx

2021-10-24T07:00:00.0000000Z

2021-10-24T07:00:00.0000000Z

https://oem.pressreader.com/article/281573768900474

Organizacion Editorial Mexicana