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El retorno laborioso de las paqueteras

La “Tostada y la Guayaba“representan ese tipo de persona mayor que se gana el peso día a día

SANDRA SOLÍS MARÍA ESPERANZA VALLE

Esperanza y María, dos mujeres que luchan para ganarse el sustento.

Por más de un año fueron extrañados en los supermercados por los clientes, su calidez, manera de trabajar y agradecimiento desapareció cuando los “abuelitos” paqueteros tuvieron que aislarse por el Covid19, ahora que están de vuelta, al final de la caja te reciben con una sonrisa y todo el ánimo de empacar “el mandado”.

En una plaza comercial de Culiacán, María Esperanza Valle Gutiérrez de 68 años y María de los Ángeles Delgado Rivera de 63 años, tomaron el mandil, el uniforme de paquetero, el cubrebocas y todo el equipo de seguridad sanitaria, para salir de su aislamiento y volver al trabajo.

Ambas, por cuestiones económicas se vieron obligadas a seguir en el mundo laboral y sobre todo, a dejar la vergüenza que se siente, de lado.

Y es que, aunque están de pie por cuatro horas empacando los artículos que compran los clientes, el estirar la mano

Aunque parece fácil,

para una compensación, es una barrera que cada uno debe de quitarse.

“Aquí bien agusto trabajamos, claro que al principio te da cierta vergüenza, pero ya después vi que verdaderamente es un trabajo y estar cuatro horas ahí acomodando todas las cosas, aunque no creas, sí es trabajo”, dice la señora María

Paquetera de supermercado ser cerillo es un trabajo pesado para las personas adultas.

de los Ángeles.

Para sorpresa de las dos paqueteras, los clientes las han recibido con los brazos abiertos y más allá de que no serán ellos quienes empaquen su compra, la alegría de ver cómo se reactivan es mayor, y es que, se han convertido en un eslabón importante en el servicio de un supermercado.

“Mucha gente nos ha acogido muy bien, nos dicen, qué bueno que ya están aquí, nos da mucha alegría que ya estén aquí, hacían mucha falta”, compartió María de los Ángeles.

“Aquí estoy luria, ahorita ya no era vergüenza, era felicidad, porque ya me venía a trabajar (...) a mi me da mucho gusto con los clientes que platican bien con uno, que lo tratan bien, me da mucho gusto”, complementó la señora Esperanza.

Para su retorno a las cajas del súper, la aplicación de la vacuna contra Covid19 fue fundamental por ser personas vulnerables. Ahora protegidas con el esquema completo de Astrazeneca y firmando un acuerdo con la empresa que se deslinda en caso de un contagio, volvieron gustosas al trabajo.

Su jornada laboral es de 15:00 a 19:00 horas; María de los Ángeles llega caminando y María Esperanza toma el transporte público, tardando 30 minutos en su traslado a la plaza.

Con casi dos semanas de su retorno, al día llegan a ganar de 100 a 150 pesos; los días buenos de 300 a 400 pesos y los domingos o inicios de quincena, hasta 500 pesos.

“No les exigimos, no es sueldo, sino lo que la gente nos puede dar y decíamos al principio, ay qué vergüenza estar pidiendo dinero, pero no, vemos que realmente trabajamos para recibir ese dinero”, reforzó la señora María de los Ángeles.

“Yo les agradezco mucho, por la ayuda que nos dan, la mera verdad, eso que me dan, es oro para mi, muchísimo agradezco eso”, confesó, la señora Esperanza.

EL SUSTENTO FAMILIAR

Cuando la pandemia azotó en Sinaloa, la señora María de los Ángeles tenía apenas un año y medio de ser paquetera. Se decidió por este empleo cuando se percató que su pensión no era suficiente para el sustento de su familia: su madre de 83 años que está enferma y su hijo.

“Ahorita en la pandemia todas vimos, y todos vimos que verdaderamente eso de no tener el pesito es muy feo, muy feo la pandemia (...) siempre estoy con Dios, yo sé, que claro, hay que cuidarse uno, con doble cubrebocas, estarse lavando las manos, poniéndose gel y todas esas cosas, hay que cuidarse”, contó.

La historia de la señora Esperanza es diferente, ella tenía ya ocho años como paquetera cuando la obligaron a estar en aislamiento. La pensión de su esposo no es suficiente para ellos y sus tres hijas, quienes aunque trabajan, tienen que sostener a sus hijos.

“La mera verdad es muy pesado este trabajo (...) cuando nos retiraron, yo anduve pidiendo prestado, para mí es muy pesado, ya le digo, 500 pesos no alcanza (en la semana)”, recordó.

Las señoras María de los Ángeles y Esperanza, se dicen “La Tostada y La Guayaba”, con el carisma de ambas se hacen más ligera la jornada de trabajo. En solo unos minutos de observación, es evidente cómo los paqueteros deseaban regresar al servicio al cliente.

Capital

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2021-10-23T07:00:00.0000000Z

2021-10-23T07:00:00.0000000Z

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