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Desigualdad multidimensional

*Politóloga, profesora-investigadora. Miembro Fundadora de la AMECIP. Mail: margarita_arguelles@hotmail.com

Ahora que pasó un 12 de octubre más en nuestra agenda histórica, se dieron a la tarea muchas plumas para describir esa parte de la vergüenza en la que nos debiera dejar la discriminación y la intolerancia por raza, sexo, color de piel, etnia, preferencia sexual, etc. ¿Qué es lo relevante en este tema? ¿El racismo origina la desigualdad o al revés? ¿Se puede lograr asumir la igualdad por la humanidad misma?

Pero resulta que este despropósito subsiste, en principio desde el imaginario, para transformarse en una cruda realidad que nos hace verdugos o víctimas. La traducción del racismo es precisamente la discriminación, el desprecio que puede llegar hasta el deseo de exterminar. Esto es lo relevante: el racismo es sólo un síntoma de la desigualdad.

El avance que la humanidad ha tenido, debido al reconocimiento de derechos fundamentales con su traducción en leyes y constituciones, no ha transitado sin violencia, muertes y dolor. Aún así, persiste en comunidades un atraso que nos lleva a concluir que no hay un desarrollo parejo, porque a esos lugares no ha permeado el cambio de mentalidad. Tal es el caso del trato que reciben las mujeres en el municipio de Cochoapa, Guerrero (región de la Montaña) y que se dio a conocer el pasado 12 de octubre.

La familia “pagó” 120 mil pesos para que se casara su hijo con Angélica de 14 años. El joven esposo migró a Estados Unidos para trabajar, la niña quedó viviendo en casa de los suegros por tradición. Pero, el suegro en 4 ocasiones intentó violarla, por lo que huye a casa de su abuela. Es así como se devela una práctica milenaria que ha ocurrido por “usos y costumbres”; el agresor acude a la Policía Comunitaria para exigir que la familia de la niña ahora de 15 años le “devolviera con intereses lo que había pagado”, sin dinero a esa petición entonces encarcelan a Angélica y a sus tres hermanas también menores.

El tratamiento de una mujer como mercancía se configura como discriminación por sexo, tal como si estuviéramos hablando de la alta edad media, en el año 1000. Esta condición se suma a la pobreza económica y educativa que agrava la vida en esas comunidades.

Precisamente se trata de la pobreza multidimensional, pero también debiera considerarse la desigualdad multidimensional también, como lo previene un estudio de Oxfam-méxico / Periodismo CIDE /Revista Chilango, publicado en 2020 y que describe la desigualdad en la Ciudad de México donde el 10% de los hogares más ricos reciben 45% del ingreso total, o 20 veces más que el 20% más pobre. El acceso a la vivienda, a los servicios básicos (agua potable y drenaje), a la educación y a la atención médica, con inseguridad alimentaria y de acceso a la seguridad social, es el panorama que enfrentan los hogares de bajos ingresos, es decir, las peores condiciones.

Un mundo de desigualdades que los pueblos indígenas y las mujeres viven enfrentadas a la discriminación laboral y a la vida cotidiana, como el caso mencionado. Mientras que las personas con piel cara y sobre todo los hombres, tienden a acaparar las oportunidades económicas y sociales más valiosas. Así que la pobreza multidimensional está siendo atendida por los gobiernos, nacionales y subnacionales, a través de políticas públicas con sus bemoles, pero la desigualdad multidimensional no será posible sin un cambio de mentalidad, un cambio de “usos y costumbres” que dejan al descubierto el concepto de humanidad que tenemos; aunque algo ayudará imponer la legislación que garantiza la igualdad, por ahora.

Análisis

es-mx

2021-10-24T07:00:00.0000000Z

2021-10-24T07:00:00.0000000Z

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