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EN LA SOMBRA, MUJERES MURALISTAS

ALGUNAS DE ELLAS BOICOTEADAS POR SUS COLEGAS HOMBRES, EL APORTE FEMENINO AL MOVIMIENTO MURALISTA MEXICANO HA SIDO OLVIDADO Y APARTADO, POR LO QUE ESPECIALISTAS URGEN A SU REVALORIZACIÓN

SONIA ÁVILA

En 1945, Javier Rojo Gómez, entonces jefe del Departamento Central del Distrito Federal, contrató a la pintora María Izquierdo para realizar un ciclo mural en la escalera del Palacio de dicho departamento en el Centro Histórico. Por el valor simbólico de la sede, se trataba de una comisión importante y la artista comenzó de inmediato a planear sus imágenes que relatarían la historia y el progreso de la Ciudad de México en los muros verticales, y las artes para los plafones del techo.

Pronto instaló andamios y preparó las paredes para comenzar a pintar. Sin embargo, sin motivo ni explicación sensata, el Gobierno local canceló el contrato con Izquierdo. Se cree que la decisión fue por consejo de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros quienes sugirieron al Gobierno cambiar la comisión a la artista para un edificio de menor importancia como un mercado o una escuela, la realidad fue que a la artista se le suspendió el gran mural.

Un caso similar fue el proyecto para una pintura mural en la unidad de Oncología del Centro Médico Nacional, en 1950. Se comisionó para esta obra a Leonora Carrington quien trabajó en un plan ambicioso para plasmar su visión onírica en los muros del centro, pero de igual forma el Gobierno suspendió el contrato sin mayor explicación y otorgó esta encomienda a David Alfaro Siqueiros quien hizo la obra Apología de la futura victoria de la ciencia médica contra el cáncer.

DINA COMISARENCO

DOCTORA EN HISTORIA DEL ARTE

“A lo largo del tiempo se ha justificado dicho olvido argumentando que la escasez de obra mural realizada por mujeres se debe a que el sexo femenino no tiene la fuerza física requerida para este tipo de trabajo” “MIENTRAS LOS MURALISTAS REPRESENTAN A LAS MUJERES DE FORMA ALEGÓRICA, COMO LA ENCARNACIÓN DEL IDEAL DE LA LIBERTAD O COMO LA MADRE SUFRIDA, O SÍMBOLO DE LA PATRIA, LAS ARTISTAS MUJERES, A PARTIR DE SU PROPIA EXPERIENCIA Y AL VIVIR EN UNA SOCIEDAD PATRIARCAL, VIERON EN EL MURALISMO COMO ARTE PÚBLICO POR EXCELENCIA, LA POSIBILIDAD DE NARRAR OTRA HISTORIA, DANDO EJEMPLOS DE MUJERES REALES” POR LO QUE EL MURALISMO TUVO DISTINTOS SIGNIFICADOS PARA LAS MUJERES SEGÚN SU CONTEXTO ARTÍSTICO.

Si bien

se puede asegurar que la producción de murales hechos por mujeres fue elevada, es una realidad que han quedado en el olvido no por falta de maestría, valor histórico o estético, sino porque en muchas ocasiones la historia es narrada por hombres.

Ambas historias dan cuenta de cómo la labor de las mujeres muralistas debieron sortear muros más grandes que los que contenían sus obras. Y si bien se puede asegurar que la producción de murales hechos por mujeres fue elevada, es una realidad que han quedado en el olvido no por falta de maestría, valor histórico o estético, sino porque en muchas ocasiones la historia es narrada por hombres.

Así lo señaló Dina Comisarenco, doctora en Historia del Arte, al precisar que bajo argumentos ilusos como que “el sexo femenino no tiene fuerza física requerida para este tipo de trabajo”, se ha relegado de la narrativa histórica obras importantes de artistas como Aurora Reyes, Rina Lazo y Fany Rabel entre otras.

“Aunque en menor número y con menos oportunidades laborales, las artistas mujeres han sido parte importante del movimiento muralista mexicano a lo largo de toda su historia: primero como asistentes que es el camino natural que siguen todos los muralistas, y más adelante, ya a partir de la década de 1930, como artistas en derecho propio. Sin embargo, es la memoria de sus obras la que ha sido eclipsada hasta tal punto que hoy en día muchas personas creen que no ha existido.

“A lo largo del tiempo se ha justificado dicho olvido argumentando que la escasez de obra mural realizada por mujeres se debe a que el sexo femenino no tiene la fuerza física requerida para este tipo de trabajo, y que el carácter intimista de la pintura femenina se aleja de los propósitos políticos que son propios de la pintura mural”, refirió en entrevista la autora del libro Eclipse de siete lunas: mujeres muralistas en México, donde recoge la historia de las artistas olvidadas.

Para la especialista estos argumentos responden a los paradigmas de un sistema patriarcal que es el que ha logrado invisibilizar las obras de las artistas. “Por lo que re-descubrir, estudiar y valorar el muralismo femenino, como parte integral del movimiento muralista mexicano, resulta fundamental, primero por una cuestión de justicia historiográfica, porque existieron muralistas mujeres que hicieron una obra de gran valor estético e histórico, y además porque conocer su historia, tanto los obstáculos que debieron enfrentar como sus logros, tiene un gran valor para las generaciones más jóvenes”, recalcó.

FRESCO FEMINISTA

Comisarenco precisa que las mujeres muralistas ofrecieron una visión muy distinta de la historia de México en sus frescos; una narrativa alejada de la de los artistas hombres, principalmente sobre los temas de representación de la historia de las mismas mujeres. “Mientras los muralistas representan a las mujeres de forma alegórica, como la encarnación del ideal de la libertad o como la madre sufrida, o símbolo de la patria, las artistas mujeres, a partir de su propia experiencia y al vivir en una sociedad patriarcal, vieron en el muralismo como arte público por excelencia, la posibilidad de narrar otra historia, dando ejemplos de mujeres reales”, apuntó.

Por lo que el muralismo tuvo distintos significados para las mujeres según su contexto artístico. Hubo algunas que se identificaron con la Escuela Mexicana de Pintura y con sus valores estéticos y políticos, como Aurora Reyes. Otras extendieron sus temáticas más allá de la mirada local como Fanny Rabel y Rina Lazo; y también hubo artistas que se acercaron al muralismo desde otros movimientos estéticos, como Lilia Carrillo que su punto de partida fue la abstracción, o como Sylvia Pardo quien lo hizo desde el surrealismo.

“Este es otro de los aportes fundamentales del muralismo femenino, el haber ampliado considerablemente no sólo los espectros temáticos de la pintura mural, sino también sus estilos e intenciones artísticas superando el realismo social y el nacionalismo que comúnmente asociamos con el movimiento fundador”, explicó Comisarenco al insistir en que no se puede generalizar características o elementos en común en la obra mural de las mujeres.

“Incluso –añadió- cuando muchas de ellas no se reconocían como feministas, concepto que según la época y las circunstancias particulares va cambiando, cada una entendió de distintas maneras su labor artística y todas realizaron un arte que podemos caracterizar como feminista, porque actúan sobre la cultura visual con la intención de denunciar la opresión, de visibilizar los logros de las mujeres, y de disputar la hegemonía de la masculinidad y su representación de la diferencia sexual.”

DE CARRINGTON A CARRILLO

La lista de nombres de mujeres muralistas va más allá de una veintena, desde Lucienne Bloch, Leonora Carrington, Lilia Carrillo, Eleanor Coen, el Colectivo de los Fridos, Olga Costa, Elvira Gascón, Grace Greenwood, Marion Greenwood, Elena Huerta, Ryah Ludins, Nadine Prado, Sylvia Prado, Regina Raull, Ione Robinson, Valetta Swann y Remedios Varo.

De Aurora Reyes vale la pena recordar su obra El primer encuentro (1936), que ocupa el Salón de Cabildos de la alcaldía Coyoacán. Destaca como artista autodidacta cuyas pinturas se enfocaron en los problemas de las personas desamparadas. Su primer mural se encuentra en el Centro Escolar Revolución con el título Atentado

a las maestras rurales (1936).

En tanto Rina Lazo fue asistente de Diego Rivera con quien trabajó en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, y de manera independiente hizo El agua, origen de la vida sobre la tierra (1951), en el Cárcamo de Dolores en Chapultepec; La universidad, la familia y el deporte en México (1952), en el Estadio Olímpico Universitario; El pueblo

en demanda de salud (1953), en el del Hospital La Raza, y La gloriosa victoria (1954) en el Palacio Nacional de la Cultura de Guatemala.

Fanny Rabel, artista mexicana de origen polaco, realizó una amplia gama de obra artística en mural, caballete, grabado y escenografía. De sus frescos destacan

Alfabetización (1952), ubicada originalmente en Coyoacán aunque actualmente está desaparecido, y Sobrevivencia de un

pueblo por su espíritu (1957) localizada en el Centro Deportivo Israelita en la Ciudad de México.

“Como en el caso de las obras de sus colegas masculinos, lamentablemente hay algunas obras que han sido cubiertas o incluso destruidas. En gran parte la importancia de redescubrirlas y de valorarlas en sus propios contextos y circunstancias tiene que ver justamente con rescatar y conservar de la mejor manera las que todavía existen, y que lamentablemente, a veces se encuentran en condiciones muy precarias de conservación”, acotó.

La especialista concluye que redescubrir la obra mural de las mujeres es una deuda pendiente con la historia de la vanguardia mexicana: “Estudiar y valorar el muralismo femenino, como parte integral del movimiento muralista mexicano resulta fundamental, primero por una cuestión de justicia historiográfica, porque existieron muralistas mujeres que hicieron una obra de gran valor estético e histórico, y porque conocer su historia, tanto los obstáculos que enfrentaron como sus logros, puede tener un gran valor para las generaciones más jóvenes”.

Fin D

es-mx

2021-10-23T07:00:00.0000000Z

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