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Rina Mussali

@Rinamussali Coordinadora de la Unidad de Estudio y Reflexión “La Guerra Rusia–ucrania: alcances y consecuencias” del COMEXI y analista internacional.

El mundo camina convulso y frenético. A México parece importarle poco. Con una mirada provinciana y ombliguera miramos pasar guerras, pandemias, crisis económicas, catarsis climáticas, choques religiosos y tragedias humanitarias. Sin una visión clara de cómo funciona la geopolítica global nos quedamos atrapados en la inacción y rendidos ante la incomprensión.

El pretextar la lejanía geográfica y concentrarse en las preocupaciones de la vida diaria se acompaña de un déficit de pensamiento interconectado que impide ver cómo las capas y multilateralidades de los conflictos internacionales afectan nuestra calidad de vida. Hoy lucimos más vulnerables ante una posible hecatombe nuclear por una mayor escalada en la confrontación entre Rusia y Ucrania, y la sospecha de sabotaje de los gasoductos Nordstream 1 y 2 -que conectan a Moscú con Europa. Todo ello en medio de la proclama de Putin de adherir cuatro provincias ucranianas a la Federación Rusa.

El conflicto Rusia - Ucrania tiene implicaciones globales, regionales, interregionales y nacionales, así lo apunta la Unidad de Estudio y Reflexión (UER) que creó el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI). En ella analizamos la guerra y sus impactos para México en el marco de sus alcances. No basta con interpretar la catarsis bélica como un tema exclusivamente europeo con fuertes resonadores en la Europa occidental, nórdica, báltica y del mediterráneo; también hace eco en el Cáucaso; el Bósforo; Asia Central; Medio Oriente, África y la región Indo-pacífico; y con afectaciones directas en Estados Unidos y las Américas.

Esta conflagración despliega distintas modalidades y vertientes de la guerra híbrida, tal y como lo hemos estudiado en la UER. No sólo el rubro geopolítico (rivalidad entre potencias y despliegue de alianzas), militar (movilización de tropas, rearme, revitalización de la OTAN), y económico (sanciones a Rusia y recesión mundial); sino que transa otros nodos temáticos como la crisis energética (alza en los precios del petróleo y gas, interrupción en las cadenas de producción y de valor), y la reorganización comercial ante nuevos condicionantes geopolíticos. También ha producido una crisis alimentaria por la escasez de granos y un incremento de la pobreza, cuyos impactos retrasarán la Agenda 2030, la hoja de ruta de la ONU para proteger el planeta y garantizar el desarrollo.

A esta cadena hay que sumar la confrontación digital, cibernética y los impactos humanitarios, aunado a la guerra informativa que cohabita con la competencia de los paradigmas, valores y principios entre democracias y autocracias.

Esta agitación planetaria tiene afectaciones directas e indirectas para México. Nuestro país no sólo es preso de su historia y condicionantes políticos, económicos y sociales internos, sino también de la convulsión internacional. La guerra ha tocado la puerta del Poder Ejecutivo en materia de política exterior.

La guerra también asalta al Congreso: los posicionamientos de los grupos parlamentarios y la actuación de los órganos directivos de la Cámara de Diputados y el Senado de la República, irrumpen bajo el marco de la diplomacia parlamentaria y los grupos de amistad de México con Rusia y Ucrania. El conflicto también puede alcanzar el Poder Judicial, en un caso hipotético de que el CSONU imponga sanciones que serían vinculantes para México.

La guerra nos impacta a todos: consumidores, exportadores, importadores, productores y receptores de inversiones y de ingresos y remesas; presiona el mercado bursátil, sector financiero y política cambiaria. Incide también en los esquemas de integración económica y comercial de los que formamos parte; además, degrada el bolsillo.

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2022-10-05T07:00:00.0000000Z

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