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DESENCANTO

Mural del Instituto de Cardiología, 1943, plata / gelatina, México,

José Clemente Orozco también está pintando en la Preparatoria. Como Rivera y Siqueiros, es exalumno del Dr. Atl, de quien abrevaron en la Academia de San Carlos la inquietud por desarrollar un nuevo arte nacional, moderno, alejado del eurocentrismo.

Orozco pinta “Cortés y La Malinche”, en que desnudos simbolizan el mestizaje y la sumisión india, así como “El nacimiento de la primera mestiza”, el segundo al estilo boticheliano.

La Triada está completa, pero pasa poco tiempo para que la efervescente ideología de izquierda del movimiento choque de frente con las realidades de un gobierno conservador como el de Obregón y Vasconcelos.

Los muralistas maridan su obra en la Escuela Nacional Preparatoria con su actividad política de izquierda. Algunos más, algunos menos, se unen con diferente intensidad al Partido Comunista Mexicano y en los últimos días de 1922 fundan todos el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores.

Declaran como ejes la abolición del capitalismo y la dictadura del proletariado. Establecen la producción colectiva, el nacionalismo, la utilidad pública del arte y “la destrucción del egocentrismo reemplazándolo por el trabajo disciplinado de grupo”.

En contrasentido del ideario marxista de los artistas, las élites de la Ciudad de México, resabios del porfirismo y que se plegaron al gobierno revolucionario, consideran al muralismo arte subversivo. El conflicto llega incluso a las pedradas y los balazos.

Siqueiros pinta el autoexplicativo “Entierro de un obrero” y Orozco, que no se toca el corazón, “Los Aristócratas”. Inauguran así la tradición muralista de pintar sobre el yugo capitalista y de ridiculizar a las élites mexicanas con semblantes envilecidos, ropas estúpidas y proporciones grotescas.

Tanto Obregón como Vasconcelos son atacados por la prensa conservadora por dejar que en escuelas y espacios públicos aparezcan los “monotes de pulquería”, como se les decía a los murales.

Aunque las tensiones se van haciendo cada vez más presentes entre los artistas y Vasconcelos, en marzo de 1923 éste le entrega a Rivera el edificio de la Secretaría de Educación Pública como segundo gran lienzo.

Vasconcelos había imaginado “paneles con mujeres vestidas típicamente, y para las escaleras un fresco ascendente que parte del nivel del mar con su vegetación tropical y se transforma después en un paisaje de planicie para terminar con los volcanes”.

Rivera tenía otros planes, iba a narrar el país con bailes populares, fiestones, marchantes, campesinos, maestras rurales, mítines obreros, soldados con fusil, mineros bajo el yugo de capataces.

Rivera no se puede negar a sí mismo escribe en un muro de la Secretaría

yTriada del Muralismo Mexicano.

Ya en solitario, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo invita en 1926 a Diego Rivera a pintar una iglesia abandonada que se encuentra dentro de su perímetro, La Capilla Riveriana. Un Rivera más suelto retrata la evolución social después de la guerra de 1910 en la que el mestizo hereda la tierra y la técnica.

Adentro

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2021-10-23T07:00:00.0000000Z

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