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Censurar el reggaetón y la banda

Daniel Martínez @martinellito dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Definitivamente no ayudan, pero culpar de la violencia que Morelos padece a las estridentes cacofonías denominadas reggaetón y banda regional mexicana es sin duda un exceso que evidencia la natural desesperación de discotequeros, restauranteros y otros prestadores de servicios en el estado frente a la escalada criminal y sus perniciosos efectos sobre la vida y convivencia ciudadana.

Quienes sugieren la prohibición de la presunta música en los sitios públicos del estado fundan su anhelo no tanto en el monótono y aburridor sonsonete, sino en las letras de las que podrían llamarse sus “canciones”, que constituyen una “apología de la violencia”. Una apología es un discurso en defensa o alabanza de algún objeto o sujeto. En este caso, quienes promueven prohibir algunas manifestaciones pseudo artísticas en lugares públicos suponen que en general el reggaetón y la música de banda contienen mensajes que fomentan comportamientos sociópatas como la violencia contra las mujeres, o conductas criminales, al colocar a los protagonistas de esas letras o a sus personajes como héroes o modelos a seguir por la masa que “como un animal monstruoso, salvaje, ardiente y exuberante” (cito a Elías Canetti) se apodera de las conciencias individuales y desplaza los valores morales y éticos, si es que los había.

Hace unos años en una fiesta de barriada medio popof, revisaba el contenido infame de las letras que alcanzaban a escucharse bajo las tamboras y trompetas. Un sujeto (muy decente y para nada violento) me decía entonces “no la analices, disfrútala”, mientras se paraba a bailar. Como aquello no era para nada disfrutable seguí en lo mío, aunque probablemente la actitud de aquel amigo era la misma que tiene la mayor parte de la gente respecto de las letras en esos contenidos.

Y por supuesto que nadie supone que una persona normal, por la mera escucha de una canción vaya a cometer un feminicidio, enrolarse en las filas del narco o armar cualquier otro desaguisado. Pero también es cierto que la música, igual que los aromas, los sabores, las escenografías, contribuyen a generar ambientes que normalizan ciertos comportamientos. No obstante, parece un exceso promover una censura previa que resultaría atentatoria en lo más elemental de las libertades de pensamiento, expresión y reunión, pero además profundamente complicada en lo técnico y profundamente peligrosa para la convivencia política y la cultura.

Para empezar, tendríamos que reconocer que no toda la música de banda y reggaetón, por horribles que resulten sus géneros, hace apologías del delito, en todo caso contra lo único que atentan generalmente es contra el buen gusto. Luego habría que reconocer elementos que sugieren comportamientos nocivos en prácticamente todos los géneros musicales. Hay canciones rancheras que dan pena, raps que invitan a la violencia, muchos subgéneros del metal están llenos de referencias agresivas, el verdadero punk es bastante sociópata. La le

Nadie supone que una persona normal, por la mera escucha de una canción vaya a cometer un feminicidio.

yenda de Hitler fascinado por la música de Wagner no implica que todos quienes escuchen La Cabalgata de las Valquirias piensen invadir Polonia, ni que todos los muchachos que escuchan heavy metal vayan a protagonizar balaceras en escuelas norteamericanas.

El problema parece estar mucho más en la cultura como condicionante social, la educación y la química cerebral como factores individuales y el acceso a determinantes de violencia como condición jurídica y comunitaria. La violencia es un exabrupto, cierto, pero en el análisis profundo lo encontramos asociado con múltiples variables y probablemente una sola constante, la ausencia de una cultura para la construcción de la paz (y conste que esa construcción no se puede dar jamás, si quienes más la presumen (los responsables de gobernar) se la pasan en pleitos constantes y generando enconos por donde pasan.

En efecto, no se trata de prohibir un tipo de música, lo que abriría la puerta a prohibirla toda (como en Footloose); lo que requiere el estado es mucho más profundo y casi en el sentido opuesto, construir una cultura y una sociedad de paz para que esas letras siempre espantosas dejen de ser la crónica de una realidad que padecen todos los días miles de mujeres y hombres en Morelos.

La Heroica

es-mx

2022-07-04T07:00:00.0000000Z

2022-07-04T07:00:00.0000000Z

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