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La torre de marfil

POR: FRIDA V. SÁENZ /

Cuando era niña, mi parte favorita de visitar a mis abuelas Chuy y María era revisar el librero que tenían en el cuarto de la televisión. Los libros que siempre tomaba eran una breve enciclopedia acerca del origen del estudio y exploración del universo, desde las teorías de Tales hasta el Apolo 11 de la NASA, y dos juegos de enciclopedias de historia universal, donde revisaba religiosamente las láminas a color de las primeras ciudades edificadas, el imponente busto de la gran Nefertiti, los cuadros de Hitler y Churchill, los mapas de la URSS y el nuevo orden mundial.

Aquellos libros me contaban lo que parecían historias fantásticas, realidades improbables, escenarios inverosímiles... ¿cómo cabe tanto en el mundo?

Conocer me resultaba divertido, pasar las manos sobre las preciadas láminas, desdoblar cada mapa, hojear el mismo tomo una y otra vez.

Pero conocer, ahora en mi adultez, ya pocas veces es dicha. Ahora, desde la toma de Afganistán por los talibanes, la homofobia, transfobia y misoginia globalizadas, las mentiras del presidente, el viaje al espacio de Jeff Bezos mientras la pobreza se agudiza aquí y en África, conocer es ya necesario, ya doloroso, ya detonante. Realidades improbables, escenarios inverosímiles...

Pero la respuesta jamás será fingir demencia. La verdad nos hará libres, colocando sobre nuestros hombros el casi insoportable peso de la realidad primero. Lo que implica, forzosamente, repensar la naturaleza de la libertad que emerge del valiente acto que supone el conocer, del derrumbe necesario de la torre de marfil.

Nuestra construcción de la realidad tendría que contemplar el pleno conocimiento de aquella presencia inquietante que nos flagela con crueldad desde nuestra individualidad hasta la colectividad social, política, económica y religiosa: la miseria, contemplarla en todas las formas en que nos sea posible identificarle; violencia, marginalidad, discriminación, rechazo, muerte.

El conocimiento y reconocimiento de nuestros privilegios, nuestras carencias, de los otros como seres merecedores de las oportunidades con las que contamos y también de las que se nos niegan es elemental para el ejercicio de una humanidad cuyos fundamentos reposen en la ética y en la responsabilidad social.

Hoy, más que nunca, pensar en los otros es una urgencia.

La verdad nos hará, entonces, libres. Libres de la cómoda lejanía de la miseria ajena, libres para pensar, para apreciar lo que nos ha sido dado y luchar por aquello que mezquinamente se nos ha negado.

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2021-10-24T07:00:00.0000000Z

2021-10-24T07:00:00.0000000Z

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